Hay días en los que uno se levanta con ganas de comerse el mundo. Se pone las medias bien altas, respira hondo, y dice: “Hoy sí. Hoy me sale todo bien.”
Y hay otros… en los que uno se levanta con ganas de comerse una empanada y volverse a acostar.
Y ahí está el problema. Porque si dependemos de la motivación para movernos, entonces que Dios nos agarre confesados.
En el deporte —y en la vida— la motivación es como una visita de esas que caen sin avisar: a veces viene, a veces no. Y cuando más la necesitas, se desaparece. Justo antes del partido clave. Justo cuando tienes que entrenar con lluvia. Justo cuando tu cabeza te empieza a susurrar que no sos suficiente.
Ahí, en ese hueco incómodo donde no hay ganas, donde no hay aplausos, ni likes, ni entrenadores motivacionales gritando frases de Instagram…
Ahí es donde aparece la identidad.
⸻
¿Por qué juegas cuando no tienes ganas?
Es una pregunta incómoda. Casi tan incómoda como esas medias que aprietan mal.
Pero es fundamental. Porque lo que define a un atleta no es lo que hace cuando tiene ganas, sino lo que hace cuando no las tiene.
Como psicólogo deportivo, lo veo todo el tiempo. Padres que quieren que sus hijos se levanten motivados todos los días.
Entrenadores que creen que si un jugador no está “enchufado” es porque no tiene carácter.
Y atletas que se sienten culpables por no tener ganas.
Pero lo cierto es que las ganas van y vienen. La identidad, en cambio, se construye. Se siembra. Se entrena.
Un niño que juega fútbol porque “quiere ser como Messi” se ilusiona.
Pero un niño que juega fútbol porque “es un jugador disciplinado, responsable y valiente”, se construye.
⸻
¿Qué es la identidad, y por qué es más fuerte que la motivación?
La identidad es eso que uno dice cuando se presenta a sí mismo en silencio.
No es el currículum. Es lo que te dices cuando fallas un penal, cuando pierdes una final o cuando quedas fuera de la convocatoria.
Es fácil sentirse motivado cuando todo sale bien.
Pero cuando todo sale mal, lo que queda es la identidad.
Y en el deporte de alto rendimiento, eso marca la diferencia.
He trabajado con atletas que no eran los más talentosos, pero eran los más consistentes.
Porque cuando no había motivación, había algo más profundo: una idea clara de quiénes eran, y de qué hacían ahí.
“Yo soy un atleta que cumple su proceso.”
“Soy alguien que entrena incluso cuando no quiere.”
“Soy disciplinado, no porque me motive… sino porque es parte de lo que soy.”
Eso sostiene. Eso carga el bolso cuando nadie lo quiere cargar. Eso hace que te levantes cuando todo duele.