Cuando el error se convierte en enemigo del talento

En el deporte se habla mucho de técnica, táctica y físico… pero poco de lo que pasa cuando la pelota no entra. Y ahí está la trampa: cuando el error se convierte en un enemigo en lugar de ser un maestro.

Un jugador falla un saque y, en lugar de corregir, se hunde. Otro pierde un punto y deja de intentarlo. ¿Qué pasó? Que no fue el error el que le quitó el talento, sino la manera en que lo interpretó.

Desde la psicología cognitivo-conductual, sabemos que cada error activa una cadena: pensamiento → emoción → conducta. Ejemplo: “Soy un desastre” (pensamiento) → frustración (emoción) → tirar la raqueta o desconectarse del juego (conducta). La buena noticia es que si cambiamos la forma de pensar, también cambia la emoción y la conducta.

El error no es una sentencia, es información. Los grandes deportistas no son los que nunca fallan, sino los que convierten cada fallo en retroalimentación. La diferencia está en el diálogo interno: ¿te dices “soy malo” o “tengo que ajustar el movimiento”?

Aquí es donde el trabajo psicológico hace la diferencia. Practicar el autodiálogo positivo, entrenar la tolerancia a la frustración y usar técnicas de respiración o mindfulness en medio del partido son recursos que transforman la relación con el error.

El talento no muere por fallar; muere cuando el jugador deja de intentarlo por miedo a volver a fallar. El verdadero entrenamiento está en aprender a fallar bien: aceptar, ajustar y volver a probar.

En resumen: el error no es el enemigo del talento. El enemigo es la forma en que lo interpretamos. Y en la cancha, como en la vida, gana el que logra seguir jugando después de fallar.

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