Expectativas en el Deporte Infantil: Cuando el Sueño de los Padres Pesa Demasiado

Por: Jose Caldera – Psicólogo Deportivo

En el deporte infantil, el talento natural, el entrenamiento y la disciplina son fundamentales. Pero hay otro factor que pesa, a veces más de la cuenta: las expectativas de los padres.

Es natural que madres y padres quieran lo mejor para sus hijos. Verlos triunfar, destacar, ser “el número 10 del equipo” o “la futura estrella” puede generar orgullo. Sin embargo, cuando esas expectativas se convierten en presión, el resultado es contrario al deseado: ansiedad, bloqueo, frustración y abandono deportivo.

¿Qué pasa cuando los niños cargan con lo que no pidieron?

Cuando un niño siente que su valor depende de su rendimiento, comienza a asociar el deporte con estrés en vez de diversión. Su foco ya no es aprender ni disfrutar, sino no decepcionar.

Frases como:

  • “Tú eres el mejor, no puedes fallar”
  • “Hoy tienes que demostrar quién eres”
  • “¿Qué pasó? Tú podías haber hecho más”

…no motivan. Imponen una carga emocional que los niños no saben cómo manejar.

Los efectos de la sobreexpectativa

  • Ansiedad precompetitiva: miedo al error antes de jugar.
  • Autoimagen distorsionada: creen que su valor depende de ganar o perder.
  • Pérdida de motivación: el deporte deja de ser un espacio seguro.
  • Ruptura de la relación padre-hijo: se siente observado, no acompañado.

¿Qué sí necesitan los hijos de sus padres en el deporte?

  • Presencia, no presión. Estar allí sin condicionar el amor al resultado.
  • Escucha, no exigencia. Preguntar: “¿Cómo te sentiste hoy?” en vez de “¿Ganaste?”
  • Reconocimiento del esfuerzo, no solo del éxito.
  • Confianza real. No proyectar los propios sueños no cumplidos en los hijos.

En resumen:

Como psicólogo deportivo, he visto talentos que se apagan por no tener espacio para equivocarse. Los niños necesitan padres que los acompañen, no que los dirijan como entrenadores emocionales.

Acompañar no es empujar, es estar.
Apoyar no es exigir, es creer sin imponer.

El verdadero triunfo es que tu hijo ame el deporte… y quiera seguir practicándolo por sí mismo.

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